martes, 19 de enero de 2016

AYURVEDA. Desequilibrio: enfermedades de la piel, envejecimiento y la conexión mente-cuerpo


El tema de la piel es muy amplio. Siendo el órgano más grande del cuerpo, la piel tiene siete capas celulares que, en su conjunto, son la vía principal para desintoxicar el cuerpo. La piel es un depósito de grasa, agua, glucosa y sal; un importante canal de secreción y absorción; regula la temperatura del cuerpo y el equilibrio hidroelectrolítico; y produce gran cantidad de hormonas endocrinas. Sus 640.000 receptores sensoriales son la fuente del tacto, el dolor, el placer, la presión, el calor y el frío, y establecen una conexión directa con el cerebro y las demás partes del sistema nervioso. La piel también es la primera linea de defensa contra los ataques externos y el reflejo de todo lo que sucede dentro de nosotros.
Tomando los puntos de vistas antiguos y modernos de la medicina de la unidad mente-cuerpo, a la piel se la denomina el "segundo cerebro del cuerpo", debido a la manera en que su apariencia refleja fielmente el estado de nuestra psicofisiología a través de la conexión hormonal, a los síntomas específicos del desequilibrio de acuerdo con el Ayurveda y a la razón por la que dichos síntomas implican algo diferente en cada persona.

El envejecimiento y la piel: son dos los procesos de envejecimiento que afectan a la piel.

- Externo: al igual que el corazón, los pulmones y el cerebro, la piel es un órgano vivo, pero es el único expuesto completamente al medio ambiente y a los constantes efectos destructivos del sol, el clima, la contaminación y los agentes químicos presentes en los productos de aseo y el agua.

- Interno: los desequilibrios psicofisiológicos provocados por el estilo de vida y las tensiones emocionales altera la función y la estructura de las células de la piel y, por consiguiente, perturban la apariencia exterior del tejido mismo. sin embargo, aunque los efectos de este envejecimiento interno son más hondos que los del proceso externo, podemos tener mayor control sobre el proceso interno. Es poco lo que podemos hacer para modificar el clima, pero mucho lo que podemos hacer para influir sobre nuestra neurofisiología por medio de los hábitos alimentarios, la respiración, los pensamientos y la emociones, y hasta nuestro propósito en la vida.

Muchos de los signos del envejecimiento considerados normales no son otra cosa que signos de envejecimiento prematuro y enfermedad emanados del desequilibrio, el cual es susceptible de corregirse y prevenirse mediante el Ayurveda.

EL CUERPO PENSANTE: ESTRÉS, HORMONAS E INMUNIDAD


¿Cómo pierde el cuerpo su equilibrio? ¿Qué es lo que perturba su funcionamiento normal y cómo se manifiesta este efecto en la piel? La medicina de la unidad mente-cuerpo, tanto la moderna como la antigua, dice que las causas de la enfermedad del desequilibrio son la tensión emocional o estrés y los cambios hormonales que éste induce.
Desde el punto de vista del Ayurveda, el estrés es cualquier cosa que se traduzca en una sobrecarga del equilibrio innato de la energía, debido a un exceso de energías "afines". Es decir, es cualquier cosa que perturbe los ritmos de la naturaleza. Según el Ayurveda, los factores causantes del estrés ser físicos, psicológicos o espirituales.

-Factores físicos: la sobrecarga sensorial, el régimen equivocado de alimentación y ejercicio, los malos habitos, el exceso de trabajo, el esfuerzo físico, la falta de descanso, el exceso de viaje, la mala respiración, el consumo exagerado de estimulantes como el alcohol, el tabaco, la cafeína, las especias picantes y las sobrecargas químicas por exposición a la contaminación ambiental, los aditivos y conservantes de los alimentos, los jabones y lociones sintéticos y los medicamentos.

-Factores psicológicos: las crisis emocionales, las relaciones insatisfactorias, los conflictos personales y los comportamientos negativos.

-Factores espirituales: la duda, la desesperación y la confusión -o falta de propósito en la vida- y también la falta de una experiencia directa de la conciencia, es decir, la ausencia de armonía interior y tranquilidad.

¿De qué manera se traducen las experiencias externas en resultados físicos a nivel del cuerpo? ¿y cómo pueden los pensamientos y los sentimientos cambiar la función y la sustancia de nuestras células y manifestarse a nivel de la piel?. En otras palabras, ¿cómo puede la mente envejecernos y enfermarnos? Y ¿puede la mente mantenernos jóvenes y sanos?. Durante los últimos veinte años los científicos modernos han comenzado a hallar algunas respuestas a estas preguntas sobre la relación existente entre las emociones, los pensamientos y las hormonas; los mensajeros bioquímicos que gobiernan la mayoría de nuestras funciones fisiológicas, incluida la respuesta del cuerpo estrés. El descubrimiento fundamental es que ninguna experiencia humana, buena o mala, ocurre "exclusivamente en la mente".

Las hormonas: el lenguaje químico de la unidad mente-cuerpo

El estrés psicológico no es un germen. El estrés psicológico es como cualquier otro pensamiento, y literalmente se crea en la mente. Ningún suceso es causante de estrés por sí mismo, pero llega a serlo debido a nuestra reacción ante él. Así, una misma película puede provocarle miedo a una persona y risa a otra. Un divorcio aniquila a una persona mientras que puede ser la llave de la liberación para otra.
Esta es la clase de estrés a la que se refiere el Ayurveda y que, surge de la forma subjetiva en que percibimos la realidad. Al cuerpo no le interesa saber si una idea tiene validez objetiva o no. Cuando la mente decide que un suceso entraña estrés, ese pensamiento se convierte en nuestra realidad molecular expresada a través de agentes bioquímicos denominados catecolaminas, las hormonas del estrés encargadas de poner en alerta ciertos sistemas claves del cuerpo, a fin de prepararlo para huir o luchar. El cerebro, atento a una crisis o a una amenaza, envía una señal al hipotálamo, el cuál activa la glándula maestra o hipófisis, que a su vez activa las glándulas suprarrenales, cuyas secreciones provocan esa corriente tan conocida como adrenalina, sintomática de la respuesta al estrés. Y es precisamente a través de estos efectos combinados y prolongados de las hormonas del estrés sobre el sistema inmunológico que los pensamientos adquieren capacidad de enfermarnos.

El síndrome del estrés y la inmunidad

¿Cómo se convierte un pensamiento y un agente químico en un grano en la piel? En términos occidentales, la explicación está en la mecánica de la respuesta al estrés y el efecto que este estado intensificado de alerta tiene sobre al inmunidad.
Cuando hay estrés, el sistema nervioso simpático acelera su ritmo y activa el sistema parasimpático a fin de que este libere adrenalina y otras hormonas. Como resultado, los sentidos entran en estado de alerta; se interrumpen los patrones de la respiración y las actividades digestivas; los niveles de azúcar en la sangre se elevan para aportar mayor energía; y las funciones cardiovasculares se aceleran para llevar sangre a las extremidades y aprestar al cuerpo para huir o luchar. En efecto, el propósito de la respuesta de estrés es darnos la potencia mental y física necesaria para sobrevivir a un ataque. Y cuando desaparece la amenaza, la actividad parasimpática asume nuevamente el control, suspende el bombeo de adrenalina, el cuerpo y la mente se calman y no hay lesión permanente. En realidad la reacción de estrés no es nociva para el cuerpo y sí necesaria para la vida; sin embargo, cuando el estado de alerta se prolonga, como sucede bajo la presion constante de los plazos impuestos o las crisis personales, el sistema nervioso simpático continúa liberando las hormonas del estrés y el parasimpático continua cediendo energía, con lo cual surge el problema.

El estrés genera desequilibrio y todo desequilibrio se manifiesta con el tiempo en la piel en forma de envejecimiento acelarado. El estrés ejerce un impacto directo sobre la piel. En épocas de crisis, el tejido de la piel es el último en recibir nutrientes porque el riego sanguíneo llega directamente a los órganos vitales como el corazón, el cerebro y los pulmones. Al dilatarse los vasos sanguíneos, los capilares se rompen, hay enrojecimiento y sensibilidad de la piel. El aumento de la transpiración en las palmas, las plantas y las axilas empeora las condiciones de eczema, produciendo supuración, prurito o inflamación. El esfuerzo crónico perturba el metabolismo, disminuyendo el ritmo de la renovación celular y el proceso de rejuvenecimiento, taponando los poros y favoreciendo la acumulación de toxinas bajo la piel, con lo que ésta adquiere una apariencia opaca, amarillenta o blanquecina. El estrés también altera los niveles de proteína, potasio, fósforo y calco, elementos que contribuyen a regular los líquidos del cuerpo y a mantener el equilibrio ácido-básico. Por consiguiente, la piel se deshidrata y los niveles de PH cambian durante el estrés. Algunos problemas de la piel relacionados con el estrés  son la caída del cabello, las canas prematuras, el aumento de pigmentación o la pérdida de la misma (vitigilio), las contusiones, el prurito (neurodermatitis), el empeoramiento del níquel plano, condición caracterizada por minúsculas protuberancias rojizas o púrpuras en las muñecas, los tobillos u otras extremidades.

Tal como documentan los estudios, el estrés produce una amplia gama de efectos en la piel y el cuerpo. La ciencia occidental ha confirmado la antigua enseñanza del Ayurveda de que la mayoría de las dolencias físicas tienen un componente emocional subyacente. Cuando "no decimos lo que pensamos" a través de los órganos naturales de la expresión, creamos tensión emocional. Los pensamientos que callamos encuentran inevitablemente otras rutas de escape en el cuerpo en forma de moléculas mensajeras, causando muchas enfermedades que se encargan de expresarlos. Las úlceras podrían indicar que hay algo que "nos carcome", la tos y la congestión podrían indicar que hay algo que debemos "descargar", la hipertensión revela que estamos "temblando de ira",  y los transtornos de la piel suelen manifestar una serie de sensaciones no expresadas, cada una de las cuales habla con su propia "voz": el eczema húmedo llora nuestras tristezas; las arrugas de preocupación confiesan nuestros temores; el exantema con ardor hierve con la ira reprimida.



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